17 de mayo de 2014

RETOS PARA EXAMINAR LA RELACIÓN DE MUJERES Y TRABAJO DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO

La mesa redonda sobre mujeres y trabajo, organizada por el Centro de Comunicación Avanzada y la Alianza Francesa de Trujillo fue un espacio que nos permitió conocer de manera más precisa las condiciones laborales de las mujeres de La Libertad.

Las estadísticas, siempre frívolas, muestran una aparente mejora en el acceso al empleo, pero el análisis cualitativo nos lleva a considerar otros elementos que tienen que ver con la calidad de los empleos a los que acceden, las oportunidades que (no) se presentan desde el sector privado y desde el Estado y las diversas formas de discriminación de género que subyacen en las relaciones laborales.

El Centro Regional de Planeamiento Estratégico mostró estadísticas obtenidas de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) 2012, confirmando varios temas, entre ellos que aún falta mucho por trabajar en cuanto a enfoque de género en las instituciones públicas, especialmente en las locales y regionales, sobre todo en las que construyen indicadores para analizar la situación del país y proponer políticas de desarrollo.

A pesar que el INEI ya elabora estadísticas desagregadas por género y se han considerado algunos indicadores que permiten interpretar la situación de las mujeres respecto a la de los varones, aún no se reconoce como aporte económico al país, el trabajo doméstico y el trabajo comunal que las mujeres realizan. En relación a ello, las estadísticas nacionales ofrecen un dato relevante al demostrar que el 80% del tiempo que se dedica al cuidado de adultos mayores y enfermos es ocupado por las mujeres, lo mismo que el mayor tiempo del trabajo en casa (40 horas semanales de las mujeres frente a las 15 que le dedica el varón).


La división sexual del trabajo no sólo ha asignado actividades de menor reconocimiento social a las mujeres sino también ha invisibilizado su aporte. No se reconoce la doble jornada laboral que muchas mujeres cumplen, participando de un trabajo asalariado y del cuidado de la familia. Y en el caso de las que se dedican de manera exclusiva al cuidado de los futuros ciudadanos del país, simplemente, aparecen como inactivas en las encuestas sobre empleo.

El Estado tiene un compromiso pendiente con la mitad de la población del país, debe garantizar condiciones para su desarrollo integral, regular condiciones justas de trabajo asumiendo su papel de garante de las libertades fundamentales de todos/as, fiscalizando a empresas privadas que abusan de la condición de género de las mujeres y les desconocen derechos ganados  con luchas históricas. Seguimos teniendo mujeres trabajando más de 10 horas diarias en los campos agrícolas con salarios precarios y derechos vulnerados como el de libertad sindical.

Hay mucho por corregir en la estructura económica del país que afecta a los más vulnerables, no sólo a las mujeres. Por esta razón es importante que vayamos entendiendo y asumiendo la categoría sociológica de la interseccionalidad para entender las desigualdades sociales, dentro de ellas la de género, vinculándola  con otros elementos como la clase social, la etnia, la cultura, etc.

En esa medida entenderemos que el hecho de que más mujeres ocupen posiciones de poder no se explica en sí mismo como una solución a los problemas de subordinación, dependerá de la posición que asuman estas mujeres y de la bandera que levanten. No se trata únicamente de tener más puestos, dependerá de las condiciones laborales en las que se desenvuelven y si realmente estos trabajos se  presentan como oportunidades para su desarrollo y liberación o para la prolongación de nuevas formas de subordinación asalariada.

Hay hermanas muchísimo qué hacer, vamos avanzando desde diferentes frentes: la organización social, el ámbito político-partidario, el sindicalismo, la academia, la familia. El trabajo digno es un derecho no una cadena, es fuente de libertad no de opresión, tanto para los varones como para las mujeres.

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