La
relación entre comunicación y desarrollo se fundamenta en una premisa
elemental: la comunicación es dimensión básica de las relaciones humanas y
socioculturales y toda acción de desarrollo se sitúa en estas relaciones
subjetivas, objetivas y complejas. La comunicación es necesaria para la articulación de actores sociales que
protagonizan los procesos de desarrollo.
Al
decir de Alfaro (2006:79), se trata de “una comunicación viva que
compromete los imaginarios y deseos de la gente en la línea de resolver sus
problemas, alimentar esperanzas o sueños, generar cambios sostenibles y salir
adelante, siendo protagonistas de la ruta emprendida”. Si bien estas
reflexiones nos ofrecen con claridad la vinculación entre comunicación y
desarrollo, tal situación requiere un análisis amplio que atienda la
complejidad de esta relación, la misma que no ha sido suficiente para explicar
estos procesos que por añadidura son dinámicos y cambiantes.
Comunicación y Desarrollo son dos
conceptos con su propio contenido teórico que en el campo de la práctica
primero, y de las ciencias sociales luego, se han ido articulando, produciendo
un nivel de complejidad que ha merecido un abordaje específico en algunas
cátedras universitarias y en instituciones comprometidas con acciones de cambio
social.
Existe un debate teórico sobre la
naturaleza de la comunicación y la definición de su campo. Del mismo modo, “la
noción de desarrollo estuvo siempre en crisis, provista de reduccionismos o en
proceso de modificación” (Alfaro;2006:19), es así que la reflexión sobre
desarrollo se encuentra en una re-construcción permanente, según la dinámica
histórico-social y las distintas posiciones teóricas e ideológicas con las que
se aborda, cada una de las cuales ha elaborado sus propias propuestas y
enfoques de desarrollo.
Siendo así que la comunicación y el
desarrollo suponen campos de estudio particulares y pragmáticas de acción
específicas, su convergencia en el plano de las ideas, las concepciones y la
praxis de intervención, han hecho necesario un esfuerzo integrador en el
devenir de las ciencias sociales, dando lugar a trabajos interdisciplinarios a
los que la comunicación se acerca tímidamente aún.
Las reflexiones
teóricas recientes sobre comunicación para el desarrollo la han rescatado de la
reducción instrumentalista y han permitido que la entendamos como un proceso de
diálogo privado y público, a través del cual las personas deciden quiénes son,
qué quieren y cómo pueden obtenerlo. En suma, facilita que las personas vayan
asumiendo protagonismo activo y consciente de los procesos de su comunidad y
sean dueñas de su propio discurso personal y social.
En el Congreso
Mundial de Comunicación para el Desarrollo, realizado en Roma en el 2006, se le
definió como un proceso social basado en el diálogo usando un amplio abanico de
instrumentos y de métodos. Requiere de la búsqueda de un cambio a diferentes
niveles que incluya la escucha, la construcción de la confianza, compartir el
conocimiento y las habilidades, la construcción de políticas, el debate y el
aprendizaje a favor de cambios importantes y significativos.
A pesar de estas definiciones,
consideramos que la comunicación para el desarrollo es una categoría en
constante revisión; coincidiendo con Cristian Ozaeta, quien la considera como
un constructo actual y permanente (Gularte y otros; 2008: 50).
Su definición se hace más compleja cuando
nos preguntamos: ¿si es comunicación para
el desarrollo, para qué desarrollo se implementa?, ¿qué modelo de
desarrollo busca?, ¿qué comunicación es necesaria?
Las respuestas a estas
interrogantes pueden ser distintas, de
acuerdo al enfoque de desarrollo en el que se enmarcan las propuestas de
comunicación. Por esta razón, a pesar de sostener el término de comunicación
para el desarrollo, convertido en categoría, la consideramos como una
comunicación para la transformación
social. Es decir, no subordinada a un enfoque de desarrollo impuesto, sino como
constructora de procesos endógenos – desde la concepción e intereses de las
comunidades – hacia la generación de cambios significativos en las estructuras
sociales y en las estructuras subjetivas de las personas.
Por ello, la comunicación para
el desarrollo requiere no sólo una práctica metodológica, sino -ante todo- la
capacidad de poner en debate las concepciones y enfoques predominantes del
desarrollo, observar con rigurosidad analítica lo que hasta ahora se ha
realizado, lo que se ha logrado y lo que ha resultado un fracaso; tratando de
explicar los sentidos de estas intervenciones.
No se trata de acoplarnos a la
renovada hegemonía del desarrollo, impulsada por organismos financieros
internacionales, sino de trabajar en las posibilidades de la comunicación para
la promoción de la liberación personal y de la transformación social.
Finalmente, considero que la comunicación para el desarrollo en nuestros países del sur, debe ser reconstruida permanentemente por nuevas teorías, por propuestas más propias, congruentes con nuestras realidades y con las experiencias que vayamos desarrollando. Le es necesario también una dosis de doctrina disciplinar, no para sesgar los aportes que desde la investigación científica logre ni para retroceder a purismos disciplinares, sino, para estimular su estudio y práctica, guiándola por principios de justicia, humanización, respeto, auto-determinación, equidad y liberación.
Referencias
bibliográficas:
Alfaro, Rosa María.
(2006). Otra
brújula. Innovaciones en comunicación y desarrollo. Ed. Calandria. Perú.
Gularte,
Eduardo y otros. (2008). Otra
comunicación para otro desarrollo. Ed.
Centro de Comunicación para el Desarrollo. Guatemala.
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