3 de julio de 2012

Comunicación en ONGD, una revisión a la formativa y aplicación de la Comunicación para el desarrollo


La práctica de comunicación en las ONGD si bien ha avanzado de la difusión de actividades a través de los medios informativos, aún está lejos de promover perfiles dialógicos y propuestas de una comunicación para el desarrollo madura, atenta a los procesos culturales, socioeconómicos, políticos y a las condiciones subjetivas del ser humano, partícipe central  de las iniciativas de desarrollo.

Tal situación es perfectamente entendible, puesto que es consecuencia del abordaje operario de la formación de comunicadores/as y del acercamiento instrumental que desde sus inicios  ha tenido la comunicación a las propuestas de desarrollo.  

Ya lo revela Rosa María Alfaro, en su libro Otra brújula: “Para muchos la comunicación resulta ser una confluencia de habilidades y experticias más prácticas, como la publicidad, el periodismo, la producción de programas y campañas de marketing, etc., cuyos sustentos teóricos ingresan muy débilmente, en algunos casos son casi inexistentes (…) Los acercamientos (entre comunicación y desarrollo) desde un inicio fueron completamente desiguales porque el desarrollo fue pensado como políticas de transformación social, frente a una realidad reconocida como desigual y la comunicación, definida como herramienta de acción definiéndose así un lastimoso ingreso instrumental. Es decir si bien en el primer caso se da un anclaje disciplinario, en el segundo su aparición es sólo metodológicamente útil. De allí que el principal perfil profesional exigido a la comunicación era y aún es el del productor de medios y materiales o el organizadores de campañas publicitarias” (Rosa María Alfaro; 2006: 18).

El reto es avanzar hacia la ruta de una comunicación no instrumental sino como disciplina social clave para el perfilamiento de políticas de desarrollo y para los objetivos de transformación social. Éste es un camino – en el decir de Rosa María Alfaro – de incertidumbres, que debemos recorrer, recogiendo los aprendizajes y las teorías más frescas y avanzadas en materia de comunicación y desarrollo, para seguir aportando como comunicadoras/es, desde una perspectiva disciplinar, a la transformación social.

Este esfuerzo debe corresponder en general a todos los desempeños de comunicadores/as, y contrastar la actual  actuación prioritariamente operativa que se impone en la región, debido a la orientación ‘tecnicista’ que predomina en la formación universitaria de comunicaciones, pareciendo ésta una extensión de la formación operativa que antecedió la enseñanza como disciplina social en las universidades. En otros términos, la re-edición de viejos nudos conceptuales, técnicos u operacionales, legitimados con “nuevas vestiduras universitarias”, expresa el pensamiento y la práctica comunicacional en vinculación con antiguas consideraciones y entendimientos.

Frente a estas condiciones, deberíamos preguntarnos: ¿qué tipo de formulaciones y propuestas en comunicación se deberían producir, de tal manera que las diferencias sociales que se observan no se profundicen?, ¿qué tipo de formulaciones y propuestas en comunicación se deberían producir, de tal manera que las diferencias que se observan pudieran superarse?

Esta reflexión debe ser una preocupación constante en las escuelas de Ciencias de la comunicación. Ante estas inquietudes, considero que los comunicadores/as, especialmente los que nos desempeñamos en el ámbito de la promoción social y las mediaciones sociales, debemos estar preparados/as para:

·  Contribuir al enriquecimiento teórico de nuestra disciplina y a la legitimación de su campo.
·  Investigar y comprender la realidad social en la que se interviene y su ligazón con procesos sociales mayores (regionales, nacionales, globales).
·  Entender los aportes teóricos de las ciencias que constituyen las fuentes de la comunicación y manejar las principales categorías sociales.
·  Comprender el mundo objetivo y el subjetivo.
·  Movilizar voluntades y acciones que generen cambios sostenibles y promuevan nuevas relaciones sociales.
·  Responder a las demandas sociales y a las expectativas de servicio profesional.
·  Organizar y conducir iniciativas de servicios de comunicación.

Sobre esta base epistémico-filosófica hay que interrogarse respecto al perfil formativo en la especialidad que se licencia en la membrecía de ciencias de la comunicación desde la Universidad, cuando - paradójicamente - la reflexión y las exigencias de formación científica están distantes respecto a las condiciones actuales que parecieran atender las nociones básicas de “alfabetización” en la materia o retrocediendo a las primeras olas en la formación de nuestra profesión. La comunicación, como disciplina científica y como formación universitaria, debe responder a las necesidades de nuestro ámbito local y regional, con la finalidad de contribuir al desarrollo social y al proceso de humanización que cada vez se torna más urgente.

Según lo expuesto, consideramos que la formación en Comunicación para el desarrollo debe sustentarse en la reflexión y análisis de teorías del desarrollo, teorías comunicacionales y de la compleja dinámica social en el actual proceso de globalización que lo re-configura todo. Se deben proponer materias y desarrollar capacidades que respondan a los retos que la sociedad actual nos plantea a las y los comunicadores, sin caer en la adopción dogmática o en la transcripción acrítica de enfoques de  comunicación para el desarrollo ajenos y foráneos.

- Rosa María Alfaro. Otra brújula. Innovaciones en comunicación y desarrollo. Ed. Calandria. Perú, 2006.